El Mes del Orgullo se siente diferente este año.
Si conoces la historia, sabrás que el Orgullo se remonta a Greenwich Village en 1969, cuando la policía hizo una redada en el Stonewall Inn el 28 de junio y tristemente acosó y maltrató a los allí reunidos. Trece personas fueron detenidas aquella noche, muchas de ellas por infringir una ley estatal que prohibía cualquier vestimenta que no fuera "apropiada para su género" a los ojos de la ley.
Puede que también recuerden que hace siete años, nuestra comunidad sufrió una horrible tragedia cuando se perdieron 49 vidas, 53 personas resultaron heridas y miles cambiaron para siempre en el club nocturno Pulse, todo porque una persona determinó que sus vidas no eran "apropiadas". Muchas de esas jóvenes vidas perdidas demasiado pronto eran del condado de Osceola y en su inmensa mayoría personas de color, y recuerdo cómo nos unimos como comunidad para llorar. Prometimos que, a raíz de esa tragedia, nos comprometeríamos a construir una Florida Central más segura. Nos reunimos en servicios religiosos y memoriales comunitarios, y plantamos carteles en nuestros patios que decían "el odio no tiene hogar aquí". Prometimos hacerlo mejor.
Ahora, aquí estamos en 2023, y toda una nueva ola de leyes están tratando de vigilar qué ropa es "apropiada" en los espacios públicos, lo que es "apropiado" que la gente haga con su propio cuerpo, e incluso si es "apropiado" que nuestros vecinos LGBTQ+ tengan acceso a la atención médica.
Y por eso el orgullo se siente diferente este año.
Nuestra visión en Hope Partnership es que todos en nuestra comunidad tengan un lugar seguro al que llamar hogar, y el entorno actual tiene a muchos de nuestros vecinos cuestionándose si realmente están seguros aquí. No estoy seguro de cuál era la intención de las últimas enmiendas que se aprobaron en el Senado de Florida - pero no es mantener a nadie seguro - no importa cuántas veces alguien trata de decirme lo contrario. El prejuicio que subyace a estas leyes es exactamente el mismo que lleva a los padres a expulsar a los niños LGBTQ+ de sus hogares, hace que los propietarios crean que tienen derecho a negarse a alojar a inquilinos LGBTQ+ y permite a los empresarios no contratar a solicitantes LGBTQ+. Y todo esto lleva a que más vecinos nuestros se queden sin hogar y vivan en la pobreza.
Todas las personas merecen un lugar seguro al que llamar hogar, pase lo que pase. Todo el mundo. Todos los días. Que la resistencia y la luz de nuestros vecinos, amigos y familiares LGBTQ+ nos inspiren para transformar nuestras comunidades y hacer sitio para todos.